Ébano
Autor: Ryszard Kapuscinski
Año de publicación: 2000
No. de páginas: 352
Editorial: Anagrama
Ébano es considerada la obra cumbre del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, quien, mediante sus experiencias como corresponsal en África durante la segunda mitad del siglo XX, describe la realidad de los diversos países de ese continente en su lucha por la independencia, estabilidad y erradicación de las huellas del colonialismo europeo.
Pero su perspectiva es diferente, pues él no viaja con las comodidades de sus colegas de la BBC; él se adentra a los ghettos de los africanos para ser testigo de esa vida calurosa y miserable que millones de personas enfrentan por su tono de piel. Kapuscinski vive en carne propia ese modo de vida, en el que cada día es un esfuerzo por sobrevivir.
Él conduce a través del Sahara y sus manadas de leones y búfalos, se escapa de la muerte que los animales ponzoñosos y las enfermedades traen consigo, todo por amor a su profesión y a ese continente. Más que una crónica de guerra y aventuras de viaje, él hace una semblanza descriptiva e histórica del lugar para contextualizar al lector.
Sin embargo, lo que vuelve mágico a este libro son las descripciones que conducen al lector por sabanas, aldeas, oasis y mares bañados por el inclemente sol de la región. Sus descripciones, algunas con metáforas despiertan los sentidos, las emociones y la imaginación.
El olor del trópico es algo distinto. No tardaremos en notar su opresión, su pegajosa materialidad. Ese olor enseguida nos hará conscientes de que nos encontramos en ese punto de la tierra en que la frondosa e incansable biología no para de trabajar: germina, brota y florece, y al mismo tiempo padece enfermedades, se desintegra, se carcome y se pudre (Kapuscinski, 2000: 6).
¡Esta gente tiene una capacidad extraordinaria de espera! […]
[…] Sus ojos, por lo general, están abiertos pero con la mirada ausente, sin brizna de vida. Puesto que he pasado horas observando multitudes enteras en estado de inerte espera, puedo afirmar que se sumen en una especie de profundo sueño fisiológico: no comen, no beben, no orinan. No reaccionan a un sol que abrasa sin piedad ni a las moscas, voraces y pesadas, que las asedian y se posan sobre sus labios y párpados (Kapuscinski, 2000: 11).
Sus historias, llenas de peligro y enlazadas entre sí, logran que el lector esté maravillado y expectante conforme la historia avanza. Estas historias tienen al autor como protagonista y narrador, pero también poseen intervenciones breves de personajes interesantes y valientes que impactan a quien lee sus vivencias.
Sin lugar a dudas, este periodista sabe de lo que habla, ya que lleva consigo una huella patológica de su trayecto por África, junto con los rostros que nunca olvidará.
Me desperté una noche porque sentí la almohada excesivamente húmeda. Encendí la luz y me quedé de una pieza: la almohada estaba empapada de sangre […]
Yo sabía que lo mío no era ninguna insignificancia pero culpaba de todo a la malaria. Tenía un gran deseo de que el doctor confirmase mi diagnóstico […]
—Sí— dijo finalmente el Dr. Doyle, apretándome el hombro con suavidad—, definitivamente se trata de tuberculosis (Kapuscinsky, 2000: 33).
Este aspecto le da veracidad a su obra. Su objetividad y el dinamismo de las escenas que crea, mantienen al filo de la butaca a quien lo lee y la sensibilidad y sencillez con la que transmite la vida cotidiana y poco retratada de este tapiz africano, conmueven. La lectura de este libro es recomendable, ya que gracias a él se pueden apreciar los diversos claroscuros de África, que pese a todo continúa orgullosa de su cultura y esperanzada, buscando lo que le fue arrebatado hace años, la libertad, y lo que aún no conoce: la vida digna.
Karen E. Matos López (Chetumal, Q. Roo, México). Estudiante de Lingüística y Literatura, nacida en la frontera sur de México, donde el sol besa el Mar Caribe. Amante de las bibliotecas, el cine, la música, la buena comida, los días lluviosos y las experiencias al viajar. Escribo para mí, para sentir mi alma hablando, cantando y a veces llorando. Es un placer que no puedo traducir. (Clarice Lispector)